sábado, 9 de marzo de 2013

¿Tienes un seguro médico privado? Por qué la Sanidad Pública es mucho mejor que la privada:


A los políticos se les llena la boca hablando de la universalidad y la equidad de nuestro sistema sanitario, que incluso América quiere copiar, pero a la hora de la verdad habrá pocos sistemas sanitarios tan poco universales como el nuestro. Pero no, no voy a comentar los 19 sistemas sanitarios que sufrimos, hoy no, sino de los pobrecillos pacientes de la privada. Como todo lo que mueve masas de dinero, no provoca el debate que debiera, pero la situación es alucinante.

                     


Más de ocho millones de españoles tienen un seguro de asistencia sanitaria, dos de ellos son funcionarios que en su día optaron mayoritariamente por la sanidad privada y los otros seis tienen doble cobertura. Pues, atención al dato, según la OCDE el gasto sanitario privado ronda el 30% del gasto sanitario total. No salen las cuentas.

Y ahora viene lo mas curioso, visto desde la simplicidad de lo que es importante y lo que no, la calidad de la medicina que recibe el paciente privado es muy inferior que la del público.

Empecemos con el tema de los mosquitos y los cañones. En la privada, los mosquitos se matan a cañonazos y las cifras lo demuestran, el gasto ambulatorio es demencial y sólo superado por Austria y Suiza. Uno va con una uña encarnada y acaba con un TAC cerebral, un electrocardiograma y una analítica completa incluyendo hormonas tiroideas.

Las razones son múltiples y complejas. El paciente 'privado' tiene, en general, un nivel educativo/adquisitivo superior, es más exigente, quiere más explicaciones, más pruebas. A esto hay que sumar que el médico se siente mucho mas desprotegido en el diagnóstico.

No es lo mismo ser especialista en un hospital, donde trabajas con un equipo completo, que tú solito en tu consulta. Equilibras el trabajo de equipo con pruebas extras. Los pacientes suelen ver esto como una gracia, algo positivo. No se dan cuenta que el peregrinaje de médico a médico, el encuentro casual de patología banal, el exceso de radiación, la medicalización de la normalidad o el gasto innecesario son una aberración de la medicina.

Además está la dependencia personal, como 'tu médico' se vaya de vacaciones, se rompa una pierna o decida abandonar la privada, el paciente se queda más colgado que una ristra de ajos. Una vez más, el desastre de la medicina sin equipo.

Y no perdamos de vista lo del 'pito, pito gorgorito' porque el paciente privado es quien elige a qué especialidad acude con su problema médico. Si tiene un mareo quizás el neurólogo o puede ser el otorrino; para un dolor de pierna, el traumatólogo, el reumatólogo o quizás el de vascular (lo de la vecina resultó ser varices); para una tos persistente el neumólogo, el otorrino, el internista... ¡Oiga! o el cardiólogo que lo dijo el de 'Saber vivir' un día.

El acceso directo al especialista no es sólo un gasto absurdo sino que puede provocar una pérdida de un tiempo precioso en llegar a un diagnóstico. Las peregrinaciones están bien para Lourdes pero en medicina no tienen beneficio. Pero claro, tiene mala salida porque en la medicina privada apenas hay Atención Primaria. Solo un 13% de los médicos proveedores son médicos de familia.

El gran paradigma de la medicina del siglo XXI es una sólida y eficiente medicina de familia y al pobre paciente privado se le niega. Que alguien me lo explique. Del paciente privado nadie tiene una visión global, nadie lo cuida como persona en su aspecto más holístico o se ocupa de que las medicaciones no interactúen, coordina pruebas o lo dirige sin pérdida de tiempo al especialista hospitalario adecuado si así lo cree necesario.

El historial clínico de un paciente de la sanidad pública es coherente, fácil de obtener, contiene todo lo que cualquier médico que no conozca al paciente necesita saber. El historial del privado simplemente no existe, es una lista de algún papel viejo suelto que uno tiene en casa , una radiografía de hace unos años, lo que se acuerde su hija María que vive en Madrid y un bolsón inconexo de medicaciones puestas por quién sabe cuándo. Un absoluto despropósito y un riesgo inconcebible.

Y la guinda la pone la urgencia de un paciente privado. Excepto en grandes ciudades y alguna honrosa excepción, los departamentos de urgencias de los pequeños hospitales privados tiene de 'Urgencias' solamente el cartel de la puerta. Los pacientes acuden con urgencias verdaderas, incluso vitales, sin saber que lo único con que cuentan la mayoría de estos sitios es con facilidades para tratar una torcedura, poner una tirita o curar una uña mordida.

Los responsables lo saben pero los pobres pacientes, no. Las verdaderas urgencias acaban revertidas a la pública perdiendo un tiempo que puede ser vital y volviéndonos locos a los que los recibimos; sin información del paciente, sin historial, sin electros para comparar o creatininas para valorar etc. El clásico 'paciente pesadilla' que llega a las tres de la mañana gravísimo, redirigido por el hospitalito privado de turno con una notita cordial.

Así que, entre los cañonazos, los ajos, el 'pito-pito' y la guinda, no hay por donde coger a la medicina privada pero mientras, seguimos hablando de universalidad y equidad... La monda.


Publicado en El Mundo.es: La Profesión Sanitaria

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