El pensamiento inmediato de muchos servidores públicos ante la huelga general es preguntar cuánto les será descontado de su nómina. Otro discurso generalizado es no hacer el juego a la propia Administración pública que verá cómo sus arcas aumentan si hacemos un día de huelga. Por otro lado, los hay que se sintieron ofendidos (y con razón) por la desbordada alegría que se produjo en su momento por la reducción de nuestro salario y piensan que esta huelga no va con ellos.
Si alguien me cuenta, hace unos años, que en Grecia 150.000 funcionarios de carrera serían despedidos no lo hubiera creído. ¿Algún empleado público hubiera podido imaginar que esto sucedería? Creo que no.
Entonces que nadie piense que su condición de “funcionario de carrera inamovible” no puede ser modificada. Montoro lo ha dicho y se anuncia el primer paso para nuestra desaparición.
La huelga general no es solo contra un real decreto. Es una huelga que debe ser una respuesta directa al Gobierno en el que le digamos que creemos en el Estado de bienestar. Aquí todos somos trabajadores por cuenta ajena y esta contrarreforma laboral nos devuelve a condiciones laborales de hace 50 años. Que se lo pregunten a los funcionarios de la Generalitat de Cataluña, Valencia o Castilla-La Mancha.
Lo perdido ahora no se recuperará nunca. El 29 de marzo cada uno que demuestre su compromiso. Nosotros como servidores públicos tenemos uno ante la sociedad, puesto que sin Estado de bienestar no somos nadie.
— Sonia Gatius López. Funcionaria.
"La Huelga es una respuesta civilizadísima a una agresión salvaje." Juan José Millás, periodista y escritor.
Publicado en EL PAÍS
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