Que me suban el IRPF, la luz, el gas, el IBI, las tasas aeroportuarias, la edad de jubilación, las horas de trabajo, el IVA (al tiempo) y un sinfín de etcéteras, no me preocupa. Lo tenía asumido. Para eso los votaron los españoles.
Que me bajen el sueldo, la pensión, las vacaciones y acaben con casi todos mis derechos, no me preocupa. Ya contaba con ello.
Que descabecen a la cúpula policial que investigaba casos de corrupción, que se quiten de en medio a un juez molesto y que indulten a banqueros y políticos corrompidos, es normal, me lo esperaba.
Pero que un ministro diga que subiendo al mismo tiempo la ratio de alumnos por aula en un 20% y el número de horas de docencia del profesor y que esto no implique la pérdida de calidad de la enseñanza, por ahí, ya no, señor ministro.
Como dice el anuncio: “yo no soy tonto” (aunque nos hagan parecerlo).
Eso sí, los dineros de la iglesia no se tocan. Son sagrados.
— Antonio Casero Martínez.
Publicado en EL PAÍS
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